Tras los fallidos atentados que paralizaron los aeropuertos londinenses, yo estaba allí, trepado en un Boing 747 de British Airways, recorriendo la codiciada ruta JFK-Heathrow en conexión a Arlanda. Me recibió la lluvia, primero en Times Square y luego al salir de la estación Universitetet de la línea roja del subway de Estocolmo. Cabe precisar, a efectos de facilitar la reconstrucción de ese entrañable momento, que venía cansado de un viaje de dos días, con dos enormes maletas sumadas a la mochila de mi lap top, que la lluvia era cada vez más fuerte y que al final de las 14 escaleras que tuve que subir cargando las maletas (reitero, bajo la lluvia) encontré unos 200 metros de distancia (obviamente, también bajo la lluvia) que se anteponían al primer edificio en el cual podría empezar a buscar a la Coordinadora de los estudiantes de intercambio.
Recibimiento de locos, porque tras instalarme en Forskarbacken 4 y quedarme dormido hasta el día siguiente en una pretendida siesta, me extravié en medio de un bosque. Caminé en círculos, literalmente, sin una persona alrededor a la cual preguntarle en qué lugar estaba y por dónde debía ir.
Resulta gracioso pensar en las remotas posibilidades de que eso suceda por lo difícil que parece perderse en el camino de Lappis a la Universidad, pero me pasó. Me tomó más de una hora y media lo que ahora camino en 10 minutos, y llegué a la oficina de la Coordinadora de Derecho para enterarme de que esa misma tarde era mi primera clase. Y así fue.
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