“Eres un ser peligrosamente depresivo”, me decía mientras encendía de rojo sus profundos ojos negros. Comprobé que padecía más desequilibrios que yo mismo. Era más depresiva que mis discos, muchísimo más triste que las cosas que escribo. No decía tener siquiera una relación unilateralmente cortada por un amor perdido que se fue. Prefería proclamarse adicta al sexo mientras me desvestía y lamía mi cuerpo escuálido de nervios. Quizás por eso siempre les tuve miedo a las literatas, le decía. Y es que concretizan aquello que yo no pude ser, y ella, más que eso, materializaba sueños que yo no quería vivir.
Fragmento de un cuento que escribí en el 2005
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