julio. el 2008 está más cerca que el 2006... y sin embargo a veces siento que todavía no regreso.
¿llegué a vivir en Estocolmo? Los intentos de responder esa pregunta me escarapelan el cuerpo. Temo ser víctima de una constante sensación de no pertenencia, permanente con independencia del escenario de fondo. Aparece así mi pasión por el viaje (en abstracto), como perfecta excusa inconsciente para no encajar -porque estoy de paso-, para exprimir lo que dure ese instante alargado conmigo solamente atravesándolo.
cuando volvía a Estocolmo de mis trajines por Europa continental, lo recuerdo bien, sentía la calidez de volver a casa. no importaba el oscuro invierno que me recibía al salir del Tunelbanna de Universitetet. hoy pienso que tal sensación no la volví a gozar, porque el retorno a Lima fue ante todo un regreso despiadado a la realidad, y las salidas desde entonces (nunca escribí sobre Lunahuaná) representan una supremacía invalorable que precluye inexorablemente con el plazo perentorio de los lunes.
aturdido, de esa manera, cuestiono si he vivido en Lima alguna vez. y de nada sirven mis teorías inconclusas sobre los grados de imprescindibilidad, o la inexistencia de puntos intermedios entre la felicidad y la infelicidad, o la perspectiva histórica aplicada a los pasos concretos con los que se va.
la semana de exámenes en la PUCP me arrastra siempre a una lucidez mal encaminada, y lo que menos hago, para bien o para mal, es estudiar.
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